Un poste verde
En ese ciclo inmutable de desidia, para las elecciones de octubre ya se preparan las mismas intimidaciones paramilitares que para las pasadas
Por Antonio Caballero
Fecha: 07/21/2007 -1316
Alguna vez le oí a V. S. Naipaul, el gran escritor angloindio de Trinidad, una observación despectiva y certera sobre los motivos subjetivos del subdesarrollo económico (y político y social), que son tan definitorios como sus causas objetivas:
-Los subdesarrollados lo son porque no se dan cuenta de que para que un poste esté pintado de verde hay que pintarlo de verde todos los años.
Es la idea fundamental de la civilización: las cosas nunca se hacen solas, ni se sostienen por sí mismas. Esa frase de Naipaul -que es tal vez un proverbio de los ingleses, o una reflexión práctica del almanaque de Benjamin Franklin- me vuelve a la cabeza cada vez que llega el invierno en Colombia: dos veces al año. Llueve, y es como si no existiera recuerdo de la lluvia. Llueve, y los ríos se salen de madre y arrastran a su paso los pueblos ribereños. Los damnificados piden ayuda a los gobiernos (municipal, departamental, nacional), que no la tienen disponible, porque a nadie se le había ocurrido que, pasado el invierno anterior, pudiera volver a llover algún día. Se buscan ayudas extraordinarias para financiar, para las cuales se crean (dicen que de modo transitorio) impuestos especiales. Las ayudas se quedan por el camino, en manos de los políticos locales. Y cuando bajan las aguas, otra vez los pobladores vuelven a armar sus ranchos en el mismo sitio del que infaliblemente volverán a ser arrastradas por la corriente desbordada del río cuando vuelva el invierno. Y vuelven a votar por sus políticos locales. En ese ciclo inmutable de desidia, ineficiencia y corrupción se resume la vida colombiana. El poste verde de Naipaul se queda siempre a medio pintar, y tiene ya desde el principio la pintura medio descascarada (que además, como en el pueblo de García Márquez, no es verde, es una mezcolanza color fango de capas rojas y azules superpuestas, según quién vaya ganando). Porque no tenemos conciencia de que va a volver el invierno
Así, ya están reconstruyendo los pueblos en el mismo emplazamiento del que se los llevaron hace tres semanas el Cauca o el Sinú. Y para las elecciones de octubre ya se preparan las mismas intimidaciones paramilitares y guerrilleras que para las pasadas. Los mismos fraudes y los mismos trasteos de votos, los mismos asesinatos y los mismos sobornos de la última vez, de siempre. Los viceministros se desconciertan cuando les anuncian la presentación de nuevas candidaturas de delincuentes. El Vicepresidente pide que, por esta vez, se morigeren. La prensa da cuenta de que sin haber terminado siquiera de desmovilizarse todavía, ya las huestes paramilitares se han empezado a removilizar. No se ha resuelto aún en los tribunales de arbitramento cuál va a ser la indemnización que el Estado va a pagarle a no sé cuál empresa multinacional por haber incumplido los contratos que no firmaron bien los representantes del gobierno cuando ya se anuncia que otra empresa multinacional acaba de plantear el mismo pleito, y también va a ganarlo. Todavía colea el escándalo de Foncolpuertos cuando ya
Ah, sí: los desplazados. Cuatro millones -o exactamente 3.940.000, según
Por desidia, por ineficiencia, por corrupción. Un ejemplo:
No me atrevo a calcular cuál puede ser el monto de encargar un estudio preliminar sobre el costo que puede tener, en Colombia, pintar un palo de verde.
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